Descubiertos
inicialmente en el moho de ciertos hongos, los antibióticos se
difundieron a mediados del siglo pasado y volvieron banales cuadros que
hasta ese momento ponían en riesgo la vida, como pequeñas heridas,
diarreas, anginas e infecciones dentales. Paradójicamente, hoy la
historia podría revertirse: infecciones que fueron fácilmente tratables
desde que tenemos memoria podrían volver a ser peligrosas, si no se
enfrenta sin dilación la resistencia frente a estos fármacos que
bacterias, virus y hongos están desarrollando a un ritmo vertiginoso.
La
Organización Mundial de la Salud acaba de dar a conocer el primer
informe global sobre resistencia a los antibióticos, realizado en 114
países. Advierte que el fenómeno se registra en todas las regiones, y
que las consecuencias de esta situación podrían ser "devastadoras".
Entre otros datos inquietantes, menciona que en ciertos países dos
antibióticos ya no funcionan en más de la mitad de las personas
tratadas. Uno de ellos es el carbapenem, considerado el último recurso
en infecciones graves.
En
Europa, el sistema de vigilancia de la resistencia a los antibióticos
comprobó que la Escherichia coli (causante de infecciones urinarias,
meningitis, peritonitis, mastitis, septicemia y otras) presenta niveles
de resistencia de entre el 32 y el 78%.
En
Francia, "el 50% de las bacterias aisladas son resistentes a la
penicilina y el 28%, a la meticilina", cuenta el investigador argentino
Pablo Goldschmidt, que tiene a su cargo el desarrollo de nuevas técnicas
de diagnóstico y de "consejo terapéutico" en el Hôpital Nacional des
Quinze Vingts, de París. En la Argentina, estudios del Instituto
Nacional de Enfermedades Infecciosas (INEI) detectaron un 70% de
resistencia a la meticilina.
"También
ya se registran niveles muy altos de resistencia del neumococo [muy
frecuente en infecciones respiratorias graves]; hay datos alarmantes
sobre las Neisserias, entre las que se encuentra el gonococo [causante
de enfermedades de transmisión sexual, el antibiótico que se utilizaba
hasta hace pocos años, la ciprofloxacina pasó del 2 a casi el 35% de
resistencia en diez años], y altísima resistencia al estafilococo dorado
[que puede causar infecciones cutáneas y de las mucosas, forunculosis o
conjuntivitis, abscesos profundos, osteomielitis, meningitis, sepsis y
otras enfermedades graves]", agrega el doctor Gustavo Lopardo,
presidente de la Sociedad Argentina de Infectología.
"Aquí
es un problema de salud pública igual que en todo el mundo -dice el
doctor Jaime Lazovski, viceministro de Salud de la Nación-. Tal como
viajan las epidemias, lo mismo pasa con las bacterias multirresistentes.
Y lo grave es que están multiplicándose rápidamente, no sólo en el
hospital, sino también en la comunidad."
El
fenómeno de las bacterias resistentes a los antibióticos era
previsible, pero lo que inquieta a los epidemiólogos y a los sistemas
sanitarios globales es que está avanzando más rápidamente de lo que se
esperaba. "En los últimos diez años, ha habido un incremento enorme
-explica Lazovski-. En décadas anteriores, uno tenía una tasa estable de
resistencia a la penicilina del 10%; ahora llega a entre el 35 y el
40%."
Lopardo
sube la apuesta: para el especialista, habría que hablar de resistencia
a los antimicrobianos y no sólo a los antibióticos, porque los
laboratorios también detectan virus, hongos y parásitos que ya no son
sensibles a los fármacos de rutina.
"Por
su uso indiscriminado, ya hay una serie de países donde se registra
resistencia a la cloroquina, el principal antimalárico, y a otros más
modernos -ilustra-. Aquí, entre el 8 y el 9% de las nuevas infecciones
con VIH ya son resistentes a drogas que se usan en el tratamiento."
¿Por
qué se desarrolla la resistencia de los microbios? Según los
especialistas, tiene varias causas. Una es su uso indiscriminado.
"Muchas personas tienen angina con fiebre, por ejemplo, van a la
farmacia y compran el antibiótico que les dieron el año anterior sin
saber si el cuadro es viral o bacteriano. También hay médicos que los
recetan libremente sin asegurarse de indicar el antibiótico específico
para cada tipo de germen", dice Lazovski.
Existen
muchas sustancias antimicrobianas (como la lavandina) que son
inespecíficas (y tóxicas, tanto para los microorganismos como para los
pacientes). Se habla de drogas o medicamentos con actividad
antimicrobiana cuando son suficientemente específicos y poco tóxicos
como para poder ser administrados a pacientes. "A éstos los llamamos
coloquialmente antibióticos", explica el doctor Gabriel Gutkind,
microbiólogo de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA.
Variada resistencia
Según
el científico, para todos los antibióticos hay microorganismos que son
naturalmente resistentes (por ejemplo, los hongos son insensibles a los
antibióticos antibacterianos). Pero los que son originalmente sensibles a
los fármacos pueden adquirir resistencia de varias formas. "Una -dice
Gutkind- es porque aparecen mutantes seleccionados [por la presión
ejercida por el propio antibiótico] cuando el blanco molecular [sobre el
que actúa el fármaco] cambia sólo un poco, como para que el
microorganismo siga utilizándolo y pueda seguir creciendo, pero lo
suficiente como para impedir que el antibiótico actúe. También pueden
seleccionarse mutantes en los que el acceso del antibiótico a su sitio
blanco esté dificultado."
Otro
mecanismo general por el que las bacterias pueden adquirir resistencia
es a través de procesos de transferencia de genes que codifican para
funciones que no existían o no eran activas en el microorganismo
sensible; por ejemplo, la degradación o inactivación del antibiótico.
"De esos mecanismos de transferencia de genes, el más eficiente parece
ser el que llamamos «conjugación» -prosigue Gutkind-, que consiste en la
transferencia de material extracromosómico [plásmidos] de una bacteria a
otra, cuando ambas están en contacto."
En
los hospitales, muy probablemente muchos de estos intercambios de genes
ocurren en las mucosas (especialmente en el intestino) porque son
ambientes húmedos, donde los microorganismos seleccionados como
resistentes (aun si son poco patógenos) están en contacto con aquellos
que tienen la capacidad de infectar; en particular, a los pacientes
hospitalizados.
Otras
tretas que se piensa que los microbios ponen en juego para resistir la
acción de los fármacos, explica Goldschmidt, son la sobreexpresión de la
proteína blanco, la producción de enzimas que los destruyen, el aumento
de la "impermeabilidad" de las bacterias (cierran sus poros de
entrada), el mecanismo de flujo (en cuanto el antibiótico ingresa en la
bacteria, hay bombas en la membrana que lo expulsan) y la "defensa
altruista": fabrican sustancias que protegen a otras bacterias.
"Existen
hoy mecanismos de resistencia adquirida para antibióticos que hasta
hace pocos años se hipotetizaba que nunca existirían", agrega Gutkind.
En
los hospitales, el uso intenso de antibióticos promueve la selección de
la resistencia. Pero ahora ese proceso no está restringido al ambiente
hospitalario.
Uso en animales
"A
fines del siglo XX, toda la comunidad médica se dio cuenta de que a
menos de que se descubrieran nuevas familias de antibióticos, se podría
producir una crisis sanitaria -afirma Goldschmidt-. Se pensaba que el
problema era el diagnóstico incorrecto [se dan antibióticos para cuadros
virales, por ejemplo] y la falta de antibiogramas [para identificar
exactamente qué bacteria está presente en una muestra y a qué
antibiótico es sensible]. Pero hoy se identificó un nuevo factor: el uso
de antibióticos en la cría de bovinos, gallinas y pescados, como
prevención y para que desarrollen más masa muscular. Encontramos
bacterias insensibles en las cloacas que salen de los criaderos. En
2003, la Unión Europea invitó a los criadores a no considerar que los
antibióticos son factores de crecimiento."
Desde
este punto de vista, el contacto con animales o la manipulación de
alimentos en los que pueden estar presentes microorganismos resistentes
puede ser una fuente de contaminación para los manipuladores y a través
de éstos para otras personas.
Según
la doctora Zulma Cannet, veterinaria del INTA Pergamino y especialista
en avicultura, en la Argentina los antibióticos ya no deberían
utilizarse en la cría de pollos y se están reemplazando por otro tipo de
enzimas, prebióticos o probióticos. "Lo importante es que [los
antibióticos] se retiren a tiempo, entre 7 y 14 días antes de faenar
-comenta-. De hecho, hay algunos que ya están prohibidos. Todo está
regulado por el Senasa. De modo que si el productor trabaja como
corresponde, no deberían estar incluidos en la alimentación del animal."
En
el escenario actual, antibióticos que hace 30 o 40 años ya no se usaban
(muchas veces, porque habían resultado ser tóxicos) están volviendo a
ser efectivos.
"El
uso indiscriminado de estos remedios es a la vez un problema individual
y social -subraya Lopardo-. Si yo tomo un antihipertensivo cuando no me
corresponde, es un problema mío. En cambio, si tomo mal un
antimicrobiano, mis hijos y los amigos de mis hijos van a tener que
vérselas con las consecuencias."
Bacterias fortalecidas
En
Europa, la Escherichia coli ya presenta niveles de resistencia de entre
32 y 78%. En Francia, la mitad de las bacterias es resistente a la
penicilina y el 28%, a la meticilina
En la Argentina, la resistencia a la penicilina, históricamente ubicada en torno a 10%, es ahora de entre 35 y 40%
También en nuestro país, entre 8 y 9% de las nuevas infecciones con VIH son resistentes a drogas en el tratamiento
El
antibiótico que se utiliza para el tratamiento del genococo, causante
de enfermedades de transmisión sexual, pasó de tener una resistencia de
2% a 35% en sólo diez años
Fuente: Diario La Nacion. Viernes 9 de mayo de 2014